Arte de Pájaros

Pablo Neruda

 

 

El poeta se despide de los pájaros



Poeta provinciano,
pajarero,
vengo y voy por el mundo,
desarmado,
sin otrosí, silbando,
sometido
al sol y su certeza,
a la lluvia, a su idioma de violín,
a la sílaba fría de la ráfaga.
Entre una y otra vez,
entre pasadas vidas
y pretéritos desenterramientos
fui perro de intemperie
y sigo siendo un muerto en la ciudad:
no me acostumbro al nicho,
prefiero el matorral y las torcazas
atónitas, el barro, el desvarío
de un ramo de choroyes,
el presidio del cóndor prisionero
de su implacable altura,
el barro primordial de las quebradas
condecorado por las topa topas.
Sí sí sí sí sí sí,
soy un desesperado pajarero,
no puedo corregirme
y aunque no me conviden
los pájaros a la enramada,
al cielo
o al océano,
a su conversación, a su banquete,
yo me invito a mí mismo
y los acecho
sin prejuicio ninguno:
jilgueros amarillos,
tordos negros,
oscuros cormoranes pescadores
o metálicos mirlos,
ruiseñores,
vibrantes colibríes,
codornices,
águilas inherentes
a los montes de Chile,
loicas de pecho puro
y sanguinario,
cóndores iracundos
y zorzales,
peucos inmóviles, colgados del cielo,
diucas que me enseñaron con su trino,
pájaros de la miel y del forraje,
del terciopelo azul o la blancura,
pájaros por la espuma coronados
o simplemente vestidos de arena,
pájaros pensativos que interrogan
la tierra y picotean su secreto
o atacan la corteza del gigante
y abren el corazón de la madera
o construyen con paja, greda y lluvia
la casa del amor y del aroma
o van entre millares de su especie
formando cuerpo a cuerpo, ala con ala,
un río de unidad y movimiento,
solitarios
pájaros duros entre los peñascos,
ardientes, fugitivos,
polvorientos, eróticos,
inaccesibles en la soledad
de la niebla, la nieve,
la hostilidad hirsuta
de los páramos,
o jardineros suaves
o ladrones
o inventores azules de la música
o tácitos testigos de la aurora.
Yo, poeta
popular, provinciano, pajarero,
fui por el mundo buscando la vida:
pájaro a pájaro conocí la tierra:
reconocí donde volaba el fuego:
la precipitación de la energía
y mi desinterés quedó premiado
porque aunque nadie me pagó por eso
recibí aquellas alas en el alma
y la inmovilidad no me detuvo.





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